celdas, y Julián tenia que romper el muro antes de que alcanzase una altura inexpugnable. Iba a hablar, iba a decir: «La sopa está muy buena» o «Ya ha empezado el calor>>; iba a gritar cualquier frase vulgar, pero valiosa, porque sólo las palabras destruirían la pared enemiga. Tan sólo las palabras, armas, ácidos, vendavales, vencerían al silencio. Pero fue el hijo menor de David el que inició el ataque. Había