lela. Abandonadlo, con un falacioso pretexto, al borde de la cuneta, junto al espléndido bosque de Fontainebleau o en un precioso y ameno prado normando y si, después de horas o minutos de espera, según el tiempo que dure lo que para él será siempre una broma pesada y de mal gusto, pasáis a recogerlo, lo encontraréis en el mismo lugar en que se apeó a orinar o asistir de espectador, dada su absoluta ignorancia en achaques de