lela vacas idílicas o inspirados robles, contemplando con una mezcla de ansiedad, tozudez y rabieta el concreto o alquitrán de la carretera. El paisaje natural le desagrada: la suave melancolía del otoño y lo que las personas sensibles y exquisitas denominan su «sinfonía de colores» no arrancan en su alma pedestre y espíritu estrujado y reseco sino bostezos cavernosos; la nieve le horroriza y, por no verla, se pone gafas oscuras y cierra obstinadamente los ojos. Primavera