Privilégié. Confirmando tus previsiones risueñas, el ujier a quien entregas la hoja te introduce en un pequeño salón con deferencia obsequiosa. Siéntese usted en el sillón, el comisario le recibirá en un instante. Arrellanado en la butaca, contemplas el ir y venir de los ordenanzas con sus misteriosos mensajes: también ellos se inclinan al pasar frente a ti, como ante un personaje importante. Aunque la espera se prolonga unas horas, el ujier acude de vez en cuando a disculpar