El estrafalario ermitaño del Sentier nos había mantenido celosamente oculta hasta ahora su increíble e insólita afición a la poesía. Su abierto menosprecio al mundo de la cultura, su conducta a menudo indecorosa, la bajeza y zafiedad de sus gustos se compaginan en verdad difícilmente con esa inclinación secreta al lenguaje inefable del fundador de las danzas derviches: ¡su alma empedernida y estéril ha preservado así dichosamente del muermo incurable que le habita un pequeño remanso de efusividad, un diminuto hontanar del que quizá