Bebe golosamente. En su cuello enflaquecido la nuez le baila como si flotara en el líquido descendente. Los hijos callan; ¿qué decirle? Apurado el vaso, les mira y pronuncia sentencioso: -Asunto zanjado. ¡Y viva la Marletta, la buena magàra! Andrea le mira alucinada. «Vivo en el absurdo», piensa. Por fortuna, la televisión va a dar las noticias. Ya en plena madrugada el viejo se traslada a la alcobita sin aguardar