. Un milagro, por ejemplo, el que se comenta ahora en el Seminario: ése de un dios poniendose, como quien dice, la cara y las carnes de un rey que se ha ido a la guerra, para acostarse de noche con la reina. Pero precisamente esa hazaña no entusiasma al viejo. -Eso no es muy de dioses --comenta con desdén-. No tiene mérito. La gracia está en camelarse a la tía con la cara de