que esa carne no está sintiendo mi caricia ?... ¡ Qué vello el de tu pecho, qué rizos ásperos, cómo se enredan y se demoran mis dedos!... Y debajo tu corazón, tu corazón que habla, que me grita: ¡ Estoy vivo! Un silencio aún mayor, más alto, envolviendo los ecos de las voces, las delicadas presiones, los amorosos reconocimientos. En la cúspide, una dolorida queja viril: - ¡ Cuánto daría por que supieras cómo