Se lo conté al médico, fue lo único que le dije, no fuera a presumir de descubrir eso también. Le fastidió verme tan dispuesto a todo, hasta a tener pechos, ¡quién me lo hubiera dicho! Pero disimuló; claro, es un traidor. «No se preocupe», dijo, y empezó a hablar de hormonas para calmar a la Rusca, eso pasa cuando las toman los hombres, pues son medicinas de mujer... ¡Pamplinas!,