de la Marina, en otra con redondo sombrero de paja, adornado con una cinta. -Sí, señor, fue gondolero, el Tomasso... Y con la mandolina ¡les sacaba unas propinas a las turistas americanas...! ¡ Figurese qué mezcla: veneciano él y amalfitana yo! «Parecía entenderse bien la pareja», piensa el viejo al oírla, «aunque la cara del hombre me resulta algo fanfarrona... Claro, gondolero es oficio de mala vida,