o mientras corretea moviendo el rabo por los senderos de un jardín público, me acerco a él, le acaricio la cabeza y el lomo, intercambio unas frases de cortesía con el dueño, evoco recuerdos de afganos o tequeles semejantes, aclaro las razones personales de mi simpatía y emotividad. Luego, sin dejar de hablar con el amo, si está presente, o concentrandome del todo en el chucho, contento y ya enardecido por mis arrumacos y fiestas, si aquél anda