Tuvo que levantarse y recitar: «Fernando, sólo a ti puedo confesarte que tengo miedo, sí, miedo de morir mañana de un tiro en la nuca en un campo abandonado». Pareció entonces que los demás deseaban aplaudirle y no se decidían a hacerlo, qué bien hablaba el abuelo. Después León Alberto leyó un poema muy raro y el abuelo recitó otro a la memoria de un torero que murió en el ruedo. El profesor no cesó de
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APLAUDIR - Mostrar aprobación golpeando entre sí las palmas de la mano