en las del viejo, cepas rugosas y retorcidas. «Mi padre sirviendome», piensa Renato, y el insólito hecho nubla sus ojos un momento. No es el vaho del manjar caliente; es que toda su infancia se condensa en el círculo mágico del plato. La madre siempre junto a él, empujandole, con su aspecto delicado, a librarse del mundo aldeano para que el hijo no padeciera sus mismas esclavitudes. Por encima de ambos el padre,