la butaca. Se dispone a seguir hablando cuando suena la puerta del piso. El viejo asoma con gesto contrariado que se torna jubiloso al ver al joven. - ¡ Ah, Valerio! Menos mal que se te ocurrió subir... Perdona, olvidé que era hoy... ¡ Esta cabeza mía! ¡ Vamos, vámonos corriendo! ¡ Qué dirá el profesor!