me esponja al observar que, una vez recobrado el mando, el viejo campesino habla al camarero sin cohibirse, con señorío, para encargarle una excelente merienda. «Basta, basta, ¿dónde vamos con todo eso ? », protesta ella risueña, pero disfrutando golosamente, sobre todo de una tarta a su gusto. El tiempo se les pasa volando, acogidos a esa isla de intimidad que han creado para ellos en medio del bullicio. -¡Qué tarde es