el paso sordo de los minutos en un reloj de arena. La noche entera tenía que pasar, grano a grano, por la garganta de cristal, y en medio de la noche ellos dos, prisioneros del mismo nudo sofocante, contemplaban el trasvase total del tiempo. Con gran esfuerzo Julián se levantó y miró a su alrededor. Por vez primera se fijó en una mesa de caoba situada en un rincón. Era ovalada, y su única pata se remataba con una triple