Querido David: Al fin ya vivo sola. Estoy cansada de compartir viviendas con amigos y amigas, compañeros difíciles para mi insoportable independencia. He encontrado un pequeño apartamento, una vieja mansarda en el oeste de Manhattan, donde las mansiones conservan la estructura solemne de un pasado glorioso. A partir de mi nueva calle empiezan los territorios hispanos, alto Broadway, frontera de miseria, límite del idioma, refugio de los desamparados. Hoy, cuando regresaba, ya tarde, a casa