lo... ¡Ya nos desquitaremos, ya! -prosigue, nuevamente alegre-. ¿Cómo dices? -mohín de ofendida-. ¡Pues claro que es guapo; más que yo! «¿Más que ella?», duda el viejo. «Ciertamente, guapa, guapa, no se la puede llamar... ¡Ni falta que le hace! Tal como es llena la casa... Hasta la televisión interesa con sus comentarios.» Las horas vuelan. Cuando