, vestido al parecer y tapado hasta el pecho con una manta. La palidez hace más oscuro el sombreado de la barba. Ojos cerrados y hundidos; por los labios entreabiertos se escapa un leve jadeo. A Renato se le encoge el corazón. -¿Cuándo fue? -Hace una hora -responde la mujer, indicandole una silla junto a la cama y sentandose ella enfrente-. Le llamé a usted en seguida... El había venido a verme y