a pesar de todo seguían firmes esos profundos vínculos que no deben romperse definitivamente, que todavía ambos podríamos sernos útiles el uno al otro. Lo que duele es pensar que ya no me necesitas para nada, tú que solías gritar: "Quiela" como un hombre que se ahoga y pide que le echen al agua un salvavidas. Pero ¡vamos! Podría seguir escribiendo indefinidamente, pero como tienes poco tiempo para desperdiciar, tal vez esta carta vaya resultando demasiado larga