para el niño, pero ni modo de traerlo aquí porque no lo hubieran dejado entrar, y en el zócalo, imposible." En la infancia, en la gran casa paterna, el capitán percibía a veces ruidos que lo inquietaban, y de grande, sentado en la biblioteca en medio del más perfecto silencio, escuchaba de pronto cómo el sol hacía tronar la madera dos o tres veces o cómo el agua sonaba en las tuberías. Esos ruidos, sin embargo le