la lunares; siempre habló con fruición de los canales misteriosos por los que podía arrastrarse un cuerpo humano en las entrañas de París, los sótanos de la Opera, el imaginario túnel entre la Bastilla y Le Temple. Desde niño le atrajeron las entretelas, las bambalinas, lo que está detrás, el instante en que las enaguas se levantan. Lo sentí pesar sobre mí como un águila, dispuesto a dejarse caer sobre su presa.