abra la botella? --le oí preguntar. Le dije que sí con vehemencia y deposité la botella en la mesilla de noche. Como fuese, según tengo dicho, que el camarero era manco, la operación de abrir la botella duró cerca de veinte minutos, durante los cuales tuve tiempo de reflexionar así: ¿Y si lo que parece una dádiva fuera en realidad un ardid o diablura? ¿Y si la botella contuviera, amén del precioso líquido, un somnífero,