, se me acercó sigilosamente, me dio un empellón y dijo: --Pero, hombre, ¿qué ha hecho usted con los controles? --Se nos va a caer el satélite encima --le notifiqué. Lejos de dejarse impresionar por la profecía, se puso a corregir lo que yo había desarreglado, sin dejar de lanzarme miradas de soslayo por si me daba por recurrir otra vez a violencia o atropello. Lo que no habría sido posible aunque tal hubiera sido