le alguien más rechoncho. Tuve que proteger con la mano el pábilo de la vela para que la corriente de aire no extinguiese la llama. Entregué la vela a la Emilia y metí la cabeza por el hueco: un vaho fétido me ofendió las narices y la voz de Lola Flores me acarició los oídos. El resto era tiniebla. --Pasame la vela --le dije a la Emilia. Haciendo pantalla con la mano introduje la vela que la Emilia me dio.