obra pero en estos días me he removido en mi cama torturada por el recuerdo de la muerte de mi hijo (y no envuelta como tú por las llamaradas del fuego sagrado). Sé que tú no piensas ya en Dieguito; cortaste sanamente, la rama reverdece, tu mundo es otro, y mi mundo es el de mi hijo. Lo busco, chatito, físicamente me hace falta. Si él estuviera vivo, si compartiera conmigo este estudio, tendría que levantar