desnude por completo -sí, claro, también esa bolsita al cuello-- y se ponga una bata verde cuyos bordes de atrás se adhieren solos, como descubre el viejo después de buscar vanamente los botones: «¡Así debían de vestir al niño!» De allí pasa a un recinto con varios aparatos y un médico joven le hace acostarse en un diván de reconocimiento. Al principio el viejo sigue la exploración con curiosidad, pero pronto empieza a aburrirse y contesta