ajetreo. Habría que sostener toda la frágil estructura de su cuerpo con frazadas. Mónica se puso a acomodar la canastilla en el aire; aquí las chambritas, allá el aceite y el algodón, todo limpio y blanco, imposible no conmoverse ante la pequeñez de las prendas: "¡Pero qué tiernito es, qué niño chiquito!" Todo lo salva por su condición de niño, Rosa tendría que quererlo al ver que otros se alegraban de su presencia. Junto