de la puerta se perfiló la silueta del individuo. Me armé de una percha de madera y contuve el aliento. El individuo forcejeó con el pomo y comprobó que la puerta estaba cerrada y el local a oscuras. Eso debió de tranquilizarle, porque siguió camino. No por eso dejaba de ser apurada mi situación, porque probablemente no le pasaría inadvertida la desaparición del álbum de fotos y tarde o temprano acabaría por dar conmigo. Sin pensarlo dos veces me desnudé,