tan real su situación que al fin salió del sueño que había supuesto escribir su larga carta a Francesca. La realidad brutal le arrancaba del pasado. Además, ya nada tenía que contar. El repaso de su historia con Francesca había terminado. La excusa de escribirle a ella para apaciguar su conciencia y evocar sus propias vivencias, ya no tenía razón de ser. Recordó, sin embargo, tan apresurada como dolorosamente, las últimas horas de aquella historia. Unas monjas que