el vientre y murió vomitando sangre. Claro que le habían echado mal de ojo -todo el pueblo lo sabía- por cortejar a la Pasqualina. «¿Habrá alguien capaz de haber aojado a este ángel?» El verdugo ha terminado. Vierte la sangre en un frasquito con algo dentro; lo tapona y lo guarda en su maletín. El niño parece no haberse dado cuenta; sólo gimió un poco cuando le pincharon. El verdugo se despide de Andrea y,