en pie en un postrer conato de gallardía. Capítulo vigesimosexto EL ALGORITMO DE LAS ACEITUNAS CERRÉ los párpados y hundí cuanto pude la cabeza entre los hombros en un vano intento de amortiguar el impacto que de los aires venía. Y entonces sucedieron varias cosas a la vez. En primer lugar, el técnico al que habíamos dado por muerto y que, a dios gracias, no lo estaba, volvió en sí, se levantó del suelo sin que yo me percatara de ello,