sólo la luz del flash que endurecía su juventud y su belleza. Allí estaba David con los hijos, David con el perro y un último David desconocido con una sonrisa prematuramente envejecida y amarga y un poco torcida. A sus espaldas sonó la voz de Genoveva. Había dejado la cafetera con el café recién hecho sobre la mesa y se acercaba sin que él hubiera oído sus pasos apagados por la moqueta. --Mira esa foto --dijo. Y señaló lo que parecía una