lo opresión y el exterminio de los pieles rojas, serviría hoy de legitimación teológica de la arreciante hegemonía. Sin embargo, si hubiese que indicar la concepción en la que más radicalmente se prospecta la contraposición entre judaísmo y cristianismo, habría que señalar, sin duda alguna, justamente la idea de un pueblo elegido. No hay concepción más esencialmente anticristiana. De ahí que hayan sido las sectas protestantes, con sus características inclinaciones veterotestam las que han anticipado el nuevo espectro de representaciones nacionales
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