puerta mirando con insolencia su reloj. --¡No digas más sandeces, anda! ¡Dejame ahora, que mañana tengo que madrugar! A mi regreso hablaremos de lo que tú quieras. Santiago se dejó caer entre nosotras, sentandose de nuevo a la mesa, ignorandonos. De sus labios, ligeramente contraídos por una amargura nueva en él, escapó una sonrisa taciturna, como un amago de esperanza, dedicada a Bene, quien ni siquiera le miró, mientras
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SENTARI.1 - Colocar(se) apoyado en algún sitio descansando sobre las nalgas