un lado y a otro del sofá y su figura, cada vez más atacada por los nervios, resulta casi grotesca entre las tinieblas que le rodean. Sin duda, es presa de accesos repentinos, de impulsos súbitos que en realidad semejan movimientos descoordinados por causa de la ansiedad que anida y se retuerce dentro de él. Las tinieblas exteriores, al otro lado del ventanal, apenas se diferencian de las interiores; diríase que, de fundirse, harían desaparecer los ya