El barrio ha sido acordonado. El hosco zurrido de la sirena de alarma antincendios que suena puntualmente a mediodía el primer jueves del mes, me llenó esta vez de sobresalto. En primer lugar hoy no es jueves, y cuando me sacudió de la modorra matinal, apenas clareaba; en segundo lugar, en vez de detenerse, como siempre, al cabo de unos momentos se prolongó interminablemente, como si su mecanismo se hubiera descompuesto o quienes la accionaban quisieran poner malignamente a