silencio apretando, de pronto, mi mano entre las suyas. Yo sentí que se estaba agarrando a ella y, cuando descubrí a Bene bajando los escalones de la marquesina, comprendí que nos estábamos asomando a un mundo que no nos pertenecía y que encerraba un peligro indescifrable. La noche, iluminada por luces frías y espectrales, parecía envolvernos a ella y a nosotras en un mismo misterio. Estábamos allí, en aquel escenario fantasmagórico, y era inevitable esperar hasta el final