, como si les hubiera vencido en alguna contienda, les anuncié que allí mismo, bajo mis pies, se hallaba el agua que deseaban. Ellos no dijeron nada, quizás porque no tuvieran tiempo de reaccionar. Pues tú, sin dudar ni un instante de mi hallazgo, comenzaste a medir la profundidad que debería tener el pozo para encontrar el agua. Recuerdo que me sentía embriagada y que me pareció bellísimo aquel terreno yermo y plano, sin apenas color, sin plantas ni