le amigo don Plutarquete, el anciano historiador. --Creame, señor comisario --empezó diciendo aquél apenas hubo entrado en el despacho--, que por nada del mundo habría osado yo hacerle perder su tiempo y, por lo que intuyo, su proverbial compostura, si no considerase que lo que me trae a esta augusta casa es un asunto de la máxima trascendencia. En cuanto tuve conocimiento de lo sucedido, vine a la carrera. Por fortuna, apenas me puse