élite», tiene que repartírselos, no sin zamparse él alguna tajada. Leónidas agarra el resto del segundo conejo y sigue devorando. Empieza a soplar viento. Una nueva tormenta parece acercarse.) Y aunque la hierba no hubiera pertenecido a un monasterio, ¿quién eres tú, Burro miserable, para entrar a robar en campo ajeno?