llanto incontenible vino en mi ayuda. Lloré con toda la amargura que había ido acumulando durante la merienda. No sabía qué estaba ocurriendo allí, entre ellos dos, donde no parecía pasar nada. Sólo un silencio tenso y sembradodecomentariosbanales.Y,sinembargo,yointuía que mi malestar no provenía únicamente del olvido que ellos me mostraban mientras intercambiaban miradas largas y cómplices. Había otro motivo, algo turbio, brumoso, que despertaba en mí un sentimiento mezcla