despedía de mi juventud, con hastío y melancolía a la vez. Y de pronto, he sentido como una revelación: te amo. ZOÉ.- Ese modo tuyo de hablar... No me rompas el corazón, Villier. ¡Cuántas lágrimas he derramado por ti, sabiendoquepertenecíasaAnaís!Túnoerascomolos demás. Eras brutal y galante como no lo es una persona de tu condición. VILLIER.- .- Pues siento mucho que no te parezca de