impresionaron tanto las palabras que pude escuchar de aquella conversación que ellas mantenían creyendose a solas: --No puedo creer en semejantes supersticiones --decía tía Elisa irritada. --Pues yo sí --respondía mi profesora en voz muy bajaperodecidida--.Vigileladecerca,algonotarausted. --¡Tonterías! Esas cosas existen, naturalmente, pero no suceden así como así. Es una fulana. Eso es todo lo que le pasa. No hay más que ver cómo mira a Enrique