que sobrevivía en el corazón de aquella ruina. Miguel, pues así se llamaba el chico, tenía un año menos que yo y, sin embargo, por su estatura y por su lenguaje reflexivo y profundo, parecía mayor. Al despedirnos mepidióelteléfono.Yomeneguétercamenteadarselo. Había algo en él que me asustaba. Era algo que comprendí horas más tarde cuando, una vez sola, al evocar su imagen, descubrí un gesto insignificante, una sonrisa fugaz,
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NEGARII - Rechazar o no querer realizar una acción