consternación y hasta espeluzno. Ese "entrar en la historia" suscita antes que nada la connotación valorativa de una especie de solemne incorporación en las inmarcesibles singladuras de un tiempo y un devenir escatológicos, en el imperial desfile de un destino universal,oseaenlafatídicamaldiciónqueentrañanesetiempo,esedevenir y ese destino. No sé quién fue el que dijo: "Mientras no cambien los dioses, nada habrá cambiado", y hoy el dios imperante sigue siendo, a la postre, el de Moisés, el siempre cruento señor de los ejércitos, rejuvenecido,