dado y jurado por vasallo. No le detuvo el que Raimundo de Tolosa fuese un protector de herejes, si es que no hasta personalmente sospechoso de herejía, ni el que las mismas armas que en el nombre de Cristo habían vencido en el campo de LasNavasfuesenllevadasaenfrentarseahoranoyacontraunejércitode infieles, sino contra una hueste cristiana santificada, por añadidura, bajo los estandartes del signo de la cruz, sino que puso el honor por encima de la fe, y el honor le llevó a la derrota y a la muerte, al anatema y a la