todo, me indignaba esa tortura a la que ella daba el nombre de examen de conciencia y que, fundamentalmente, consistía en desconfiar hasta de mis actos más insignificantes. Insistía en recordarme los pecados que yo tendría que confesar antes decomulgarporprimeravez."¿Túdeseabasmatara Mari-Nieves? ¿Sabías que se podía quemar viva?" Ante aquella posibilidad que ella me recordaba cada día, yo misma me llenaba de espanto, imaginando a la pobre niña