detenido en el peor de sus instantes. Alguna noche larga de estudio o de insomnio me estremecieron quejidos tuyos que venían de tu sueño o quién sabe de dónde; desde luego no eran de este mundo. ¡Cuántas veces quise acercarme a ti y abrazarte en silencio, curartedeaqueldolorqueyonosabíacomprender! Pero sólo contadas palabras y sólo palabras, siempre anodinas, logré dirigirte en tus últimos años. Me sentía enormemente lejos de ti y, sin embargo, una