mientras se santiguaba mecánicamente. --¿Qué pasa? --le pregunté asustada. --Nada, niña, pero tú no salgas de tu habitación por las noches. Tienes que dormir bien: si no, te vas a poner enferma. --Santiagotambiénlahavisto--lementíconlaintención de dar más fuerza a mi afirmación y para provocar en ella alguna reacción descontrolada que pudiera aclararme algo. Pero Catalina se limitó a ordenarme: --Tú no